La soledad del viajero


Día 6, 16 de julio, sábado.

Recorrido: Poznan-Palacio de Rogalin-Castillo de Kornic y arboretum-Oporow-Zdworz
Km: 315
Pernocta: Camping en Zdworz (Gabin) (N52º26.170’;19º40.077’ E)

Hoy he sido consciente de nuestra soledad, de nuestro aislamiento y me he sentido desprotegida y vulnerable. Casi nadie habla inglés por lo que hay que hacer uso del ingenio y perder la vergüenza. Puedo decir eso de “nadie me entiende”. Además, es un idioma absolutamente endiablado donde no se puede deducir, ni imaginar nada de nada si no acompañan lo que dicen de alguna expresión o gesto. Preguntes lo que preguntes, y aunque digas que no entiendes nada, ellos se empeñan en hablarte en polaco y me gustaría ver nuestras caras ante sus explicaciones. Deben ser un poema, porque a veces, ya no me lo tomo a broma, dependiendo de la situación. Me siento aislada y con sensación de vulnerabilidad ante cualquier imprevisto que suponga que me tenga que comunicar con más de dos palabras. Las dificultades para comunicarnos comenzaron ya pronto y tuvieron un punto de inflexión hacia las 13 horas de hoy. Pero me dejo de reflexiones y comienzo la narración.

Dejamos el camping un poco antes de las 9 en dirección a Rogalin. De camino teníamos dos problemas serios que resolver: echar gasoil y cambiar moneda. Había dado por ciertos comentarios como que había muchas oficinas de cambio (“kantor”) y que éste sería mejor cuanto más nos alejáramos de la frontera, por lo que habíamos cambiado solo 50 euros. También que aceptaban sin problemas tarjetas de crédito y que los polacos hablaban inglés. Todo falso, al menos hasta ahora .

El problema del gasoil lo resolvimos enseguida, aunque llevaba asociados dos: primero saber de los dos tipos de gasoil, cual echar, a lo que un joven al vernos parados dudando frente a los surtidores, nos ofrece en inglés su ayuda. Entusiasmada aproveché para preguntarle sobre sitios para cambiar moneda a lo que ya no nos pudo ayudar.

El segundo era si aceptaban tarjetas de crédito. Aquí sí. Con un problema menos nos encaminamos hacia Rogalin. Una vez más, pudimos comprobar que las coordenadas eran incorrectas lo que nos causó cierta confusión. En la carretera dejamos atrás una pequeña señal con la indicación, con letras blancas sobre fondo marrón.

De vuelta, encontramos un pequeño aparcamiento para no más de una docena de coches y un señor encargado al que hay que pagarle 4 chipiluguanes (eslotis), 1 euro. Le intento preguntar por el horario de visita del palacio y no entiende nada. Le dibujo un reloj, hago mímica,… nada. Le abro la puerta del coche, para simular la apertura del palacio, luego la cierro, …nada. Empiezo a desesperarme y a rendirme, pero al final creo que consigue entenderme. Me preocupaba la información que tenía sobre el palacio de Kornic, nuestro siguiente destino, ya que decía que el sábado cerraba a las 13 h. Pero él nos dijo que cerraba a las 17,00. Pero hoy es sábado ¿Cómo demonios se decía sábado en polaco? no conseguí que comprendiera que hoy a lo mejor tenía otro horario ¡qué esfuerzo!. Desistí y nos arriesgamos pensando que por
sentido común cerraría más tarde.

Entramos prácticamente solos en el palacio de Rogalin. (52º13.997' N;16º56.026'E).Por supuesto, ni en la taquilla, ni ningún empleado más habla inglés. Y sobre todo necesito preguntar donde están los robles milenarios en el inmenso jardín que rodea el palacio. Pero tengo suerte, y el
joven que atiende la tienda de recuerdos, habla un poco de inglés.

Además de no hablar inglés, tampoco aceptan tarjetas de crédito, y aunque la entrada es barata (10 eslotis, unos 2 euros y algo), el tema de nuestra escasez de moneda se pone serio.


Al palacio se accede a través de un puente y una verja de hierro que dan entrada a un patio. Por una avenida arbolada, flanqueada por los antiguos establos a la derecha y las cocheras a la izquierda. Visitamos un par de salas o tres del palacio así como una pequeña y preciosa galería de pintura de principios del XX con hermosos cuadros, entre ellos un Zuloaga, aunque éste no destacaba especialmente por su belleza.

De aquí salimos a los jardines franceses en la parte posterior del palacio, que tienen una elevación en su extremo que facilita una bonita vista general.

Ahora intentábamos salir al jardín inglés para encontrar alguno de los cerca de 1000 robles de los más antiguos de Europa que pueblan este jardín, pero una reja nos obligó a retornar casi al edificio de las taquillas y como nos encontrábamos los robles, volví de nuevo a la tienda de recuerdos a preguntar.

El joven nos puso en el camino hacia los tres más famosos llamados igual que los legendarios Lech, Czech y Rus, fundadores de Polonia, Chequia y Rusia respectivamene y que aseguran que tienen entre 600 y 1000 años..

El camino discurre junto a la verja derecha del jardín francés del palacio. Se va recto dejando en todo momento esta verja a nuestra izquierda. Nos rodean gigantescos tilos hasta que llegamos a una pradera donde encontramos estos tres enormes robles rodeados por una valla (gracias Neus). El central, el Cheq, está seco, aunque tiene uno pequeño retoño que se yergue con fuerza a escasos metros. Son imponentes, espectaculares. Incluso el seco es bonito. En el suelo unas estacas marcan los sitios donde han germinado semillas de estos robles.

Pero también cercanos hay un grupo de robles que no desmerecen a éstos. A ellos nos podemos acercar y cumplo con una tradición siempre que veo un árbol viejo: abrazarme a él cerrando los ojos tratando de sentir su fuerza, su energía, su vejez, su historia…

Realmente son espectaculares. Nunca he disfrutado de unos robles tan viejos.

Regresamos para visitar unas pequeñas cocheras que contienen varios carruajes y diversos apeos en buen estado de conservación y continuamos nuestro camino hasta Kornic, a su castillo y arboretum. (52º14.674'N;17º05.419'E)

Llegamos también por intuición al estar las coordenadas equivocadas. Una señal que indicaba “Zamec” despertó recuerdos escondidos años atrás cuando estuvimos en Chequia. Allí, el castillo era “Zamec” así que decidimos seguir la indicación y nada más pasar la población, a la izquierda, aparece un pequeño aparcamiento junto al castillo donde dejamos la autocaravana, previo pago de 10 eslotis (2,5 €).

Al comprobar que las jóvenes que custodiaban el aparcamiento hablaban un poco de inglés, les preguntamos por un sitio de cambio, pero no nos pudieron ayudar.

--En la taquilla del castillo, nada de inglés y nada de tarjeta de crédito. En el mismo vestíbulo, vemos un gran cajón de madera con lo que nosotros llamamos “patines” y que en chequia, como aquí, eran unas pantuflas que se ponen encima de los zapatos para no dañar los suelos.

Decidimos calzarlas. Intentamos preguntar si la visita era con guía. Es inútil, no entienden y nos hablan como loros, como si fuéramos capaces de comprender algo de su ininteligible jerga. Dedujimos que la visita era sin guía y la comenzamos.

A la entrada creo haber entendido algo de que para hacer fotos hay que pagar, pero pese a que lo digo en la taquilla, por el precio abonado deduzco que no me ha entendido y que no dispongo de ese permiso, por lo que hago alguna foto con discreción, por si acaso. Confirmo mi sospecha al llegar a la sala morisca, donde me llaman la atención cuando descubren mi intención de fotografiarla. La decoración aquí imita a la Alhambra de Granada y contiene una pequeña colección de armas y armaduras.

Bueno, ya había tomado unas cuantas, como al impresionante comedor cuyo techo contiene los escudos de los caballeros polacos participantes en la batalla de Grunwald en el siglo XV, aunque lo que más capta nuestra atención, además del mobiliario original del castillo, son los espectaculares suelos de madera. Con razón la utilización de las pantuflas. Su biblioteca contiene manuscritos de obras de poetas polacos y una importante colección de mapas y grabados.

Salimos del palacio decididos a resolver el problema del cambio y fuimos a buscar un banco. Nos acercamos al pueblo andando. Encontramos tres, pero ninguno abierto. No sabemos lo que pudo entender la gente a la que preguntamos, pero nos enviaban a la nada. De los tres, elegimos uno que tenía la foto de Antonio Banderas. Metemos la tarjeta, elegimos el inglés,… bla, bla, …y nos dice si lo queremos en euros o eslotis. No comprendimos el por qué de la pregunta. Nos informa del precio de cambio, le respondemos que en eslotis y aparece un mensaje que no conseguí comprender del todo para quedarse medio “colgado”. Creímos que se quedaba con la tarjeta y nos veíamos allí hasta el lunes para poder recuperarla. Pero, aunque lento, nos dice que la operación no puede realizarse y nos la devuelve. Salimos corriendo con el susto en el cuerpo y dejando atrás una cola considerable. Decidimos intentar sobrevivir con lo que nos quedaba, pero empezamos a echar cuentas y no lo vimos claro. Teníamos que intentarlo de nuevo. Así que nos fuimos a buscar otro. Cuando metimos la tarjeta me temblaban las piernas, pero aquí a la primera nos dio el dinero. Nos pareció un milagro que salieran los eslotis por la ranurita. Magia.Porque ¿a quién y cómo íbamos a contarle nuestra vida?. Cogimos el dinero,
guardamos la tarjeta y…corrimos, eso sí, acordándome de los que dijeron que se admitían tarjetas de crédito en todos los sitios y que había oficinas de cambio en otros tantos.

Regresamos tranquilamente al castillo, para disfrutar durante mas o menos una hora
de un delicioso paseo por el arboretum, entre unos impresionantes arboles de un porte espectacular y una variedad como en pocos sitios hemos visto: avenidas sombreadas por inmensos árboles, especies raras, un lago, patos, una curiosa tabla periódica con plantas, y un ciprés calvo, como el del parque del retiro de Madrid, aunque éste no del mismo tamaño, sino algo inferior. Pero ya eran pasadas las 14 h por lo que había que comer y tratar de llegar lo más cerca posible de nuestro siguiente destino, Oporow a unos 200 km de aquí, por lo que tuvimos que dejar este precioso lugar.

Después de comer pusimos rumbo por autopista a esta ciudad que tiene un castillo cuya visita recomienda la oficina de turismo polaca, si bien la guía de El País, ni lo menciona. Pero el tomtom nos mete primero por una carretera tan estrecha que no caben dos vehículos y el arcén lleno de hierbajos de medio metro de altura. Para colmo, la carretera desaparece y se convierte en camino de cabras. Dimos la vuelta. Las carreteras son en general malas, pero esto… Intentamos atacar Oporow por otro lado. Encontramos otra carretera más ancha, pero con unas buenas deformaciones y agujeros que nos obliga a reducir la velocidad a 50 o 60 km/h de media. Transitamos por llanuras desoladas con casas dispersas y los pueblos son tres casas y media. Los campos están cultivados de cereales, pero también hay grandes extensiones de espinacas, patatas, cebollas y otros productos que no consigo identificar. Hay casas bonitas, y otras más bien cutres. Nos llama la atención una especie de pequeños santuarios que hay en la carretera dedicados a la Virgen y/o a Jesús, distanciados pocos kilómetros unos de otros y adornados con flores y cintas de colores, así como que no hay pueblo que se precie que no tenga una escultura en bronce y generalmente a tamaño natural del fallecido papa polaco Juan Pablo II.

Y llegamos a oporow, que parece tener un poco mas de vida, suponemos que por el castillo. Vemos otra carretera en muy buen estado y ancha que parece llevar en la misma dirección de la que venimos.

Rodeamos la valla del palacio buscando un inexistente aparcamiento. Comprobamos que tan solo hay pequeños “apartaderos” en la carretera y junto a un lago totalmente desnudo de arbolado. Aunque el lugar podría valer para pasar la noche, no termina de convencernos ya que no hay ningún arbol, ni nada que pueda hacer que nuestra pernocta sea discreta, quedando a la vista de todos los curiosos. Además, es sábado y hemos podido ver grupos de jóvenes con botellas de alcohol y no queremos ser el posible blanco de alguna de sus broma, así que tomamos la decisión para nuestra segunda noche, de recorrer los 30 km que nos separan de un camping cerca de Gabom (en Zdworz). 30 km de ida y otros tantos de vuelta. Elegimos otra carretera, la que vimos al llegar con buen firme y ancha que nos lleva a la general, por lo que el recorrido se hace corto.

Pero en Zdworz, una vez más, las coordenadas no son correctas, aunque aquí sí que encontramos una señal de camping que seguimos. Lo encontramos junto a un lago (N52º26.170’;19º40.077’ E) . Nos recibe una música estridente y muy alta. Lleno de gente y curiosamente más barato que el de ayer aunque las instalaciones son mejores. Hablan un poco de inglés en la recepción.

Cuando pido un lugar tranquilo, me dicen que no me preocupe que la música se acaba a las 24,00. ¡Dios mio! ¡Si a esa hora estamos ya en el segundo sueño!. …si nos dejan, claro.

Así que buscamos un sitio apartado y aquí estamos, los últimos del camping, como apestados, pero oyendo al fondo el chucu-chunda-chunda repetitivo de la música. Cuando por unos segundos cesa siento una paz...y mira que me gusta la música alta, la juerga, pero hombre, esto se supone que es un lugar para descansar, una bonita pradera junto a un hermoso lago..., ¡pobres patos! emigrarán los fines de semana. Ellos lo ven normal: música para la gente joven. Hemos venido de la soledad y paz mas absoluta en la noche del viernes, a la locura, aunque a esta distancia pienso que se podrá dormir sin problemas.

Vamos a ver el lago. Bonito lugar. La mayoría de la gente son jóvenes y familias y está en tiendas, hay alguna que otra caravana y autocaravanas…ninguna. Extranjeros, tampoco. Hay un par de pequeños edificios –realmente son casetillas- para baños que son insuficientes para el número de personas que tiene el camping hoy. En otro lugar apartado están las duchas, que se pagan y tienen un horario de apertura y cierre.

Hemos decidido cenar y luego dedicarlo a leer y escribir, pero el cansando me está venciendo y ya no sé lo que escribo. Para mañana teníamos previsto dirigirnos a Plock, pero leo una y otra vez lo que hay y creo que nos dirigiremos directamente a Oporow e intentaremos llegar a Varsovia a dormir.



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