A Varsovia entre castillos, palacios y jardines

Día 7. 17 de julio, domingo

Recorrido: Zdworz (Gabin)-Castillo de Oporow-Palacio de Nieborow-Jardines de Arkadia-Varsovia.
Km: 190
Pernocta: Camping Majawa (52º12'52"N;20º57'54"E).

Aunque me dormí con tapones en los oídos, he pasado una buena noche. Nos dirigimos en primer lugar a Oporow. Hemos hecho bastantes kilómetros para visitar este castillo por lo que tenía curiosidad por saber si merecía la pena. Y ahora puedo decir que sí.

Es un pequeño y coqueto castillo de ladrillo rojo cuyo color contrasta vivamente con el foso artificial de color verde por las algas que hay a su alrededor.

Su silueta es elegante y sencilla. Es uno de los pocos castillos medievales conservados en Polonia y está rodeado de un bonito parque del XIX, sombreado y muy agradable en contraste con el desolado entorno que rodea a todo el conjunto. Data del siglo XV, de estilo gótico tardío. El interior es sencillo pero muy acogedor. Destaca especialmente el comedor y el dormitorio así como los artesonados de los techos. Pese a ser pequeño, tiene un encanto especial, por su tamaño, el mobiliario conservado de la época y por la soledad en que lo visitamos, coincidiendo tan solo con otra pareja.

Una vez fuera, rodeamos el castillo dando un breve paseo con Tula por sus jardines, que parecen un “oasis” en medio de la despoblada llanura en la que se asienta el conjunto.

Y pusimos rumbo al palacio de Nieborow por donde habíamos venido para no tener sorpresas con las carreteras. Es domingo y observamos como la gente, muy arreglada, se dirige a las iglesias, incluso pedalean encima de sus bicicletas vestidas elegantemente y con tacones, lo que me retorna a mi infancia, a las vacaciones estivales en el pueblo de mi madre en el que los domingos lucíamos nuestras mejores galas para ir a misa, obligatoria, por supuesto.

Cerca ya, de nuevo ninguna señal nos indica el palacio hasta que prácticamente estamos a escasos 500 m, y una vez más,ésta es muy pequeña, con letras blancas sobre fondo marrón con unas columnas dibujadas

Después de pagar nuestro consiguiente aparcamiento, esta vez si nos aceptaron la visa en la entrada. Es un palacio barroco del siglo XVII. Accedemos al interior por una puerta lateral.


La escalera principal está cubierta con azulejos holandeses del XVIII. Se suceden las estancias, algunas denominadas según los colores predominantes en su decoración: gabinete verde, gabinete amarillo, habitación blanca, o salón rojo, destacando especialmente éste último así como la biblioteca que contiene más de 10.000 volúmenes. Bonitas y elegantes estancias, resultando una visita muy agradable.

Los jardines que lo rodean, merecen una mención aparte. Son barrocos en estilo francés. En la zona Este se encuentran los invernaderos, caballerizas y cocheras y en la parte Oeste hay un gran canal. Pero lo que más destaca son dos impresionantes plátanos que datan de finales del XVIII. Su envergadura y altura son espectaculares.

Después de nuestro consiguiente “abrazo” a uno de los dos ejemplares, pusimos rumbo hacia Arkadia, unos jardines románticos.

De nuevo aparcamiento y en la taquilla nos sucede una curiosa anécdota que al principio nos produjo cierta hilaridad, pero luego nos dio que pensar. Le entregué a la taquillera, una señora entrada ya en años, la visa y después de darla varias vueltas y mirarla por arriba y por abajo, decidió que me iba a dar la entrada reducida. Aún no sé por qué. Luego reflexionamos sobre el hecho. Supusimos que esta señora no habría visto nunca una tarjeta de crédito cuando nuestros padres de 80 años, ya las conocen. Esto nos aportó un dato mas sobre este país o al menos de esta zona.


El jardin de arkadia es un capricho de vegetación y pequeñas construcciones que salpican este hermoso parque. Al parecer fue un nuevo estilo polaco llamado el “jardín inglés” que comenzó a principios del XVIII en Inglaterra y que se extendió por muchos países europeos. Es un estilo natural con composiciones libres e irregulares, de diferentes formas y estructuras. Así, las distintas especies vegetales se combinan con construcciones aisladas, como un arco de piedra, una casa gótica, y otras, cubiertas y rodeadas de vegetación ,o el templo de Diana cuya fachada da un hermoso lago. Ha sido visitado por su belleza por importantes personajes como el zar Nicolás, artistas y poetas.




Parque muy popular para las novias. Llegamos a contar hasta seis haciéndose fotos en un breve espacio de tiempo. Una de ellas nos llamó la atención por su pose: sentada sobre la hierba, con el vestido subido hasta enseñar unos pololos o algo similar en un color rosa palo.

Mientras paseábamos nos planteamos ir a Varsovia esa misma tarde e intentar estacionar en el centro, en un aparcamiento que alguien que me precedió lo situó perfectamente. Si llegáramos pronto, podríamos intentar ver el castillo dejando para mañana la catedral y un paseo por su casco viejo. Una vez allí, valoraríamos si dormir en el aparcamiento o buscar camping y movernos en transporte publico.

Tan solo 90 km nos separan de Varsovia a donde llegamos alrededor de las 16,30. Es domingo y toda la ciudad parece estar en la calle. Hay espectáculos callejeros y la gente se agrupa a verlos. Riadas de gente van de un sitio para otro, paseando, tomando helados y disfrutando del sol y una buena temperatura. Pero para nosotros esto no es bueno, ya que los vehículos llenaban los estacionamientos e incluso las aceras. Nos temimos que el aparcamiento al que íbamos estuviera completo. Nos asomamos a él y Angel se bajó a preguntar. Un joven, que no es el empleado del aparcamiento, se ofrece amablemente a ayudarnos y nos hace de improvisado traductor entre nosotros y el vigilante:polaco-inglés-español.

Entendemos que las tres primeras horas son 14 eslotis. Confieso que al principio le entendí cuarenta por su pronunciación. Y esto se produjo más veces ya que no solían diferenciar entre el “fortíín” de 14 y el “fórti” de 40, lo que me produjo alguna confusión más. Nos dijo que era posible pasar la noche y el precio por 24 horas era de 98 chipiliguanes (unos 25 euros).

Inmediatamente nos dirigimos al castillo, ya que cerraban a las 17. Y efectivamente, pudimos comprobar que el aparcamiento estaba en el centro mismo de la ciudad y tan solo unas escaleras que ascienden salvando el desnivel y la muralla nos separan del casco viejo.


Dejamos en un suspiro la plaza cuajada de gente hasta la bandera y llegamos a lo que parecía ser el castillo. Decidimos preguntar ya que era más rápido que consultar el mapa tratando de localizarnos. Un policía nos dijo que cerraba a las 17. Faltaban tan solo 2 minutos y pesamos que no habíamos tenido
suerte pero detrás de nosotros cerró la puerta y quedamos dentro. ¡Qué suerte la nuestra!.

Y el castillo, de estilo barroco, bien merece una visita, por breve que sea, que en nuestro caso duró un poco más de 30 minutos. Arrasado en la 2ª guerra mundial por los alemanes es reconstruido entre 1971 y 1988. Las elegantes estancias se suceden: el salón de los caballeros decorado con bustos y retratos ovales de famosos polacos elegidos por el rey para decorar la habitación, el salón del trono, diseñado por casi todo el equipo de 
artistas reales donde las aguilas de plata bordada son el símbolo mas importante de ésta, la espléndida sala de conferencias, detrás de la del trono, con un espectacular suelo de madera, como todas las del castillo, la alcoba en madera de tejo y con su delicada tapicería y los colores cálidos de las pinturas que la decoran, el denominado cuarto amarillo, utilizado como comedor donde el rey invitaba a cenar los jueves a poetas, escritores y académicos. Su mesa, puesta, parece esperar la llegada de los invitados. La sala Canaletto, cuyas paredes están decoradas con escenas de Varsovia pintadas por Canaletto, y como no, la impresionante sala de mármol, que funcionó como el segundo portal en el apartamento del estado y que data del siglo XVII.


De aquí a la catedral. A lo mejor la suerte nos sigue sonriendo y está abierta. Y así fue. Del siglo XV, no fue catedral hasta tres siglos después en los que los sucesivos reyes fueron añadiendo capillas y otros elementos. Aquí se celebraron ceremonias importantes y algunos polacos insignes están enterrados en ella. Reconstruida también tras los graves daños sufridos en la 2ª guerra mundial.
Y además nos encontramos con un espectáculo suplementario: un coro de niños estaba ensayando. Sus voces resonaban en la catedral con una acústica estupenda. La directora daba órdenes en distintos idiomas, incluido el español. Por su acento parecía hispanoamericana. Me hubiera quedado toda la tarde escuchándolos, pero teníamos que continuar. Lo más destacado, la silleria del coro y el crucifijo Baryczkowski, famoso por sus poderes milagrosos y que data del XVI.


De alli a la calle Krakowskie Przedmiescie, una de las más bonitas de Varsovia, que parecía hervir de gente. Era como si todo Varsovia estuviera allí, aprovechando la espléndida tarde del domingo. Gente yendo y viniendo, paseando o llenando las innumerables terrazas. Palacios magníficos, bares, cafés y restaurantes, junto con árboles, y plazas verdes, jalonan esta maravillosa y animada calle. Y la columna de Segismundo, el monumento más antiguo de la ciudad que se yergue contemplando el hermoso conjunto.¡que ciudad más viva y alegre!.

Y además resolvimos otro problema: el cambio. El dinero desaparecía de nuestras manos en un abrir y cerrar de ojos y otra vez estábamos justos. Después de la experiencia de Kornic, tratábamos de evitar los bancos y aquí encontramos un “kantor”. A 4,08 euros por esloti, pero cuando le damos los euros se queda a 3,25. Como la miramos extrañados nos dice que es su comisión, que nos parece abusiva por lo que retiramos nuestros euros, ante lo que sube a 3,60 y como seguimos sin estar convencidos al final nos lo deja en 3,89. ¡una bruja!. No teníamos intención de negociar el cambio, ni sabíamos que se podía hacer. Posiblemente si hubiéramos insistido a lo mejor habríamos obtenido uno mejor, pero así lo dejamos, quizás por que lo que primaba para nosotros era la tranquilidad de tener otro problema más resuelto. Ahora nos podíamos dedicar tranquilamente a disfrutar de esta hermosa y viva ciudad.


En un momento determinado cerre el libro con el mapa y decidimos perdernos por sus calles; que éstas y sus gentes nos absorbieran. Hechizados por su encanto y su belleza desembocamos en la cuadrada plaza del mercado, que nos sorprende por su sencillez, con sus casitas pintadas de tonos pastel armonizando casi a la perfección, con sus terrazas cuajadas de gente que disfruta de una bonita tarde de domingo. Estas casas fueron construidas por las familias más ricas e influyentes de la ciudad y muchas son del XVII. Cada fila lleva el nombre de una personalidad y están comunicadas entre sí albergando el museo histórico de Varsovia. En el centro había edificios que fueron demolidos en el siglo XIX y su lugar lo ocupa ahora el símbolo de la ciudad, la sirena o “Syrenka”. Realmente hermosa y cautivadora

Hace mucho calor y yo me muero por un helado, pero las colas son terribles. Al final nos decidimos por una cuya espera nos supone unos 10 minutos, y eso que parecía corta. Y tengo que decir que, para mi desgracia, los helados polacos son deliciosos. Rápidamente aprendí a decir “lodi”.

Decidimos que habíamos visto lo que queríamos de esta ciudad por lo que pensamos que lo mejor sería buscar un camping cuyo precio sería similar al del aparcamiento y estaríamos más cómodos. Dejamos atrás la barbacana, construida en el lugar de una antigua puerta de la ciudad y restaurada por completo, y sus murallas medievales.

Cuando entramos en la camper había saltado la luz y la batería estaba en color ambar. Pensamos que sería por haber dejado el enfriador puesto ya que estaba Tula. Al apagarlo, volvió la luz verde al cuadro de mandos. Pero esta explicación no tenía mucho sentido, ya que habíamos tenido el enfriador puesto toda una noche –el verano pasado- . Lo única posible era que desde que habíamos dejado Berlín, hacía ya tres días, no nos habíamos conectado a luz eléctrica y los kilómetros hechos eran relativamente pocos. Alguien comentó que era bueno dar una carga a la batería de vez en cuando estando de viaje, conectándose a la luz. A lo mejor habíamos abusado de ella.

Ahora, la decisión de buscar un camping estaba más justificada. No solo por la carga de la batería, si no porque pasar una noche calurosa, en un aparcamiento céntrico, con todo cerrado, y sin poder poner el enfriador, hubiera sido algo más que incómodo.

El camping está en la misma ciudad, aunque a las afueras. Es una especie de pasillo con césped a ambos lados y casetillas de madera al final donde parece vivir gente. Está limpio y tiene lo básico con unas buenas duchas incluidas en el precio, 95 chipiliguanes (24 euros)

Son ya las 22,30 y ni siquiera hemos cenado. Estamos cansados. Mañana continuaremos.

Alguna imagen más



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