Auschwitch

Día 14, 24 de julio, domingo.

Itinerario: Cracovia-Auschwitch-Niewiesze
Km: 178
Pernocta: Prado en Nieewiesze (50º23.805N;18º29.250E)

Amanece nublado y poco a poco el día se va oscureciendo. No creo que disfrutemos del delicioso tiempo que tuvimos ayer. La familia de Pepoto viene a despedirse de nosotros. Bajan a la mina de Sal y hacen ahora un recorrido similar al nuestro, pero en sentido contrario. Intercambiamos información: ellos nos la facilitan del camping de Wroclaw y nosotros les pasamos las coordenadas de las iglesias de madera, tan difíciles de encontrar.

Llevamos un día de adelanto y aunque no tenía previsto visitar Auschwitch, sobre todo después de la experiencia vivida el año pasado en Mathausen y donde dije que no quería visitar ningún campo de concentración más, he pensado que debía hacerlo.

Dejamos el camping Clepardia un poco después de las 10, un sitio, por cierto, estupendo y totalmente recomendable. Mucha gente está continuamente trabajando: limpiando, acomodando gente, vigilando...

Solo 50 ó 60 km nos separan de Auschwitch y creo recordar que nos dijeron que había dos visitas en español: a las 11 y a las 14. Si se nos dá bien a lo mejor podemos llegar a las 11.

Pero aunque vamos rápido y una vez que dejamos la autopista nos pegamos a un autocar que parecía que iba a despegar, llegamos a las 11,20. Aparcamos siguiendo los consejos de Pepoto, en el aparcamiento del mismo campo. Rápidamente me acerqué a las taquillas en las que había cola. Como no soy de las que dé nada por perdido sin presentar batalla, pensé que posiblemente nos podríamos sumar al grupo con guía en español que había comenzado 20 o 30 minutos antes. Pregunté a una de las personas que entregaban los auriculares a los grupos quien me envió al punto de información de visitantes. Allí les cuento mi vida, y me responde que la visita ha comenzado a las 10, no a las 11. La siguiente en español es a las 14,00h. Aún así, pensé que a lo mejor tenían previsto algún grupo organizado de españoles con llegada antes de las esa hora, pero la respuesta fue negativa y hay que esperar. Aquí sí que habla todo el mundo inglés, y tengo tanta prisa que no sé cómo dije lo que dije…pero me entendieron. La necesidad aprieta y cuando se necesita sobrevivir, cuando hay necesidad real de comunicarse, de entender y que te entiendan, parece que la mente se abre y desaparecen los “bloqueos” o quizás el miedo al ridículo, o a hablar inapropiadamente y que nos note que sabemos poco.

Después de comprar las entradas, regresamos a la autocaravana a leer y descansar. Son las 11,30 y el tiempo pasa volando. A las 13 comenzamos con la comida y tan sólo cinco minutos antes de las 14,00 horas recogemos nuestros auriculares y seguimos hacia un cartel que pone “español”.

Un gran grupo de personas se agolpan junto a él. ¿Y de donde ha salido tanto español?.Yo creo que fácilmente sobrepasaba las 30 personas. Nuestro guía es un sudamericano. Tan solo hay dos visitas al día en español, frente a cada media hora en inglés. Esto sería aceptable si nuestro grupo fuera reducido, pero no es así y el guía nos comenta que este número es el habitual en esta época del año. Vemos con envidia grupos de 11 personas. El nuestro, tan numeroso, se mueve más lentamente y si bien los auriculares nos proporcionan una buena audición aunque estemos a cierta distancia, no ocurre lo mismo cuando nos desplazamos a Birkenau, donde ya no disponemos de estos auriculares y escucharle se hace más difícil.

Una vez en España envié un e-mail a la oficina de turismo polaca al respecto, y contestó diciendo que desde el museo Auschwitch – Birkenau les informan que tienen un número de guías suficiente para atender a la demanda a lo que volví a responder que no era así ya que no era un hecho aislado. De alguna manera me gusta reivindicar el uso del español, la segunda o tercera lengua más hablada del mundo y a la cola en la mayoría de los países comunitarios cuando los visitamos.


Parece que con estas reflexiones trato inconscientemente de demorar el momento de recordar lo visto y lo sentido...

Pese a que traté de prepararme para lo que iba a ver, sobre todo recordando Mauthausen, no estaba lo suficiente. Ya el tamaño impresiona. Una doble alambrada de espino, en su día electrificada, nos separa del horror.

La lluvia cae insistente y nos acercamos a la puerta del campo donde en la parte superior aparece el famoso lema de su comandante: “arbeit macht frei”, “el trabajo libera”. Si no fuera porque estamos donde estamos, produciría hilaridad.

Ahora avanzamos entre edificios de ladrillo rojo, de dos pisos de altura. No puedo evitar compararlo con Mauthausen. Allí eran barracones de madera de una sola planta. Aquí, circulamos por un pasillo flanqueado por siniestros edificios a ambos lados y aunque el pasillo es ancho, me resulta algo agobiante. Nos sumergimos lentamente en el infierno.
Comenzamos por un edificio, lo que llaman “bloques” que reúne un poco sobre la historia del campo. Un mapa muestra la situación de este campo en Europa y nos dicen que este lugar fue elegido por ser el centro de todos los guetos judios europeos. Algunas vitrinas exponen los documentos de las primeras deportaciones a este campo producidas en 1940 de polacos. Hay también fotografías ampliadas de la época que muestran a los que llegaban y a los responsables del campo, dividiéndolos en distintos grupos, los que iban directamente a la cámara de gas, generalmente mujeres y niños y los que servían para trabajar.
Las fotografias se suceden y nuestro guía nos va explicando lo que vemos. Luego nos menciona a Auschwitch II o Birkenau, mayor que éste y a 3 km de distancia, abierto un año después de Auschwitch I y nos muestra un plano de todo el conjunto. Es la primera vez que oigo hablar de este campo "complementario". En mi ignorancia siempre he creído que existía un solo y terrible Auschwitch. Ahora parece que ha habido dos. Si uno era terrible, cómo sería el otro...

En otra dependencia aparece una maqueta de lo que eran las cámaras de gas, como llegaban los deportados y eran conducidos a ellas. En otra, el famoso ciclón B, las pastillas que echaban por unos agujeros hechos al efecto en las cámaras y que comenzaban a soltar el letal gas cuando aumentaba la temperatura. Cientos de latas vacías que contenían estas capsulas se amontonan en otra vitrina.

Dejamos este edificio o bloque para dirigirnos a otro que guarda pertenencias personales de los deportados: desde los mantos sagrados de las ceremonias judías, a sus gafas y montones de prótesis de distintos tipos ya que los nazis practicaban la eutanasia a todos aquellos disminuidos físicos y psíquicos. Pero lo mas impresionante, y a lo que ruegan no fotografiar, es una inmensa vitrina llena de pelo humano que empaquetaban y enviaban para hacer, por ejemplo, telas para tapicería. Estoy absolutamente sobrecogida. La magnitud de lo veo y la precisión con que los nazis contabilizaban, calculaban y controlaban todo, su frialdad, me escandaliza. Empiezo a sentir una ligera presión en el pecho.

Y continuamos siendo testigos del pasado a través de los cientos, miles de objetos guardados hoy en vitrinas gigantescas y que en su día fueron las pertenencias de todos aquellos desgraciados que en su día llegaron a este campo de exterminio, a esta inmensa fabrica de matar en la creencia de que eran trasladados a un sitio mejor. Así me impresiona también, y especialmente ,el montón inmenso de maletas viejas con los nombres y las fechas de sus propietarios, y en concreto Angel se fija en una que transportaba productos de farmacia, y los montones de zapatos, cientos, miles de ellos… y una vitrina exclusivamente con zapatos pequeños pertenecientes a niños, … Brochas de afeitar, cepillos para el pelo, peines, cepillos de dientes...El horror se ha apoderado ya de mi y la presión que siento en el pecho me dificulta algo la respiración. Creía que iba algo preparada al haber visitado antes Mauthausen, pero esto supera con creces lo que yo esperaba encontrarme.

Abandonamos este bloque para dirigirnos, siempre con la lluvia insistente, a otro bloque destinado a dormitorios. Vemos salas en las que habían echado paja sobre el suelo, en otra colchones de paja, en otras catres dispuestos en literas de tres, como en Mautausen. Lavabos, baños y luego pasamos a otro dormitorio destinado a mujeres donde los lechos están hechos de ladrillo, en literas de tres. Nuestro guía dice que la parte de abajo era tan fría que en las noches de invierno, donde se podían alcanzar los -25 o -30ºC, las mujeres que dormían abajo amanecían congeladas por lo que las peleas para no dormir allí eran continuas.

Fotografías de ellos, con el mismo uniforme a rayas –nos dice el guía que si escapaban por la noche este tipo de uniforme los hacía más visibles- y con sus cabezas completamente rapadas, nos contemplan silenciosas desde los muros del pasillo de este bloque.

Y ahora pasamos al destinado a cárcel, dentro de otra cárcel mayor. Un sitio de muerte y dolor destinado a la tortura donde mentes enfermas hacían, por ejemplo, permanecer a cuatro personas de pie en 90 cm2 de tal manera que estaban obligados a permanecer siempre de pie. Algunos morían ya por falta de aire. Entramos en el patio y las ventanas que dan a
él conservan las persianas de madera de la época, para evitar que vieran lo que allí ocurría. En el centro dos postes de tortura donde eran colgados por las manos, y al fondo de este patio, el paredón donde muchos fueron fusilados. Me acerco y veo una tosca fibra de vidrio delante de la pared de hormigón y pregunto al guía quien me dice que esta pared, aparte de esta fibra de vidrio, tenía sacos de arena que impedían el rebote de las balas. En el interior se conservan las celdas, y entre ellas la de San Maksymilian Kolbe, que murió de hambre tras ofrecer su vida a cambio de la de otro prisionero.

Un auténtico almacén de terror, muestra de la degradación humana, de la crueldad, de la enfermedad mental, de la locura de un pueblo, de una nación o de unos pocos contagiada a los demás.Y del miedo de muchos y del silencio de otros.Un sitio de dolor, muerte y desesperación.

Terminamos nuestra visita en la cámara de gas y en los crematorios donde la chimenea se eleva, ahora improductiva, mudo testigo de este horror. En su interior, las cámaras de gas que funcionaron incesantemente desde 1942 con los agujeros en la parte superior por donde introducían el ciclon B, y cuatro hornos crematorios.

Junto a ellos, el patíbulo donde fue ejecutado el comandante del campo.

Como si nos hubieran puesto una losa encima, pesada y lentamente vamos dejando atrás estos bloques para dirigirnos a un autobús que nos trasportará a Auschwitch II o Birkenau.

Según me alejo del campo, me voy sintiendo liberada. Parecerá una estupidez, pero puedo respirar mejor, la pequeña opresión que sentía en el pecho va desapareciendo, lo mismo que siento como el estómago empieza a “estirarse”. Me siento mas ligera, como si atrás hubiera dejado un enorme peso: el peso del dolor, de la muerte, de la desesperanza, del terror, de la maldad....Ahora dejo momentáneamente el infierno…
Bajo una fina capa de lluvia el autobús nos acerca a Auschwitch II-Birkenau. Cuando atravesamos el edificio que nos da entrada, me quedo absolutamente impresionada por el tamaño. Es inmenso. Me llama especialmente la atención ver como las vías del tren lo atraviesan hasta lo que eran las cámaras de gas, al fondo de este inmenso espacio. Vamos por un ancho pasillo central y a ambos lados tenemos las alambreras de este gigantesco campo de exterminio. Todo estudiado, los días que podían vivir en estas condiciones u otras, la cantidad de ciclón B necesario para sus fines, diario, semanal, mensual,… la capacidad de las cámaras de gas, de los crematorios,…todo calculado fríamente hasta el más espantoso y mínimo detalle, números, estadísticas. Nada aquí obedecía a la improvisación, todo tenía un macabro y atroz fin

Visitamos dos barracones de madera, uno, el de los servicios, que consistían únicamente en agujeros hechos sobre el cemento donde los presos hacían sus necesidades. Y otro que contenía literas. Y un dato para mayor reflexión: el trabajo mas apreciado era el de limpiar y transportar los detritus de los demás ya que los nazis no se acercaban a ellos por temor a ser contagiados de alguna enfermedad.
Salimos de nuevo al gran pasillo central. Hacia la mitad, se conserva uno de los vagones en los que eran transportados los deportados. Me paro y me vuelvo: al fondo, el edificio de ladrido rojo de la entrada al campo; en el centro las vías del tren y en medio de las vías, el ancho andén donde eran descargados y terriblemente clasificados.

Una fotografía, vista ya en un bloque de Auschwitch I, reproduce el momento en que el médico del campo ordena y clasifica a los recién llegados: mujeres a un lado, hombres a otro; los válidos para trabajar, y los que van directamente a las cámaras de gas, que están al final del campo o a experimentos médicos.

Los barracones de madera han desaparecido y hoy quedan únicamente los restos de las chimeneas de lo que en su día fueron las estufas -aunque no tenían nada para quemar-. Nuestro guia nos comenta que los barracones fueron desmontados y llevados a Varsovia para alojar a los obreros que comenzaron la reconstrucción de la capital después de la segunda guerra mundial.

Al fondo del campo a la izquierda están los restos de lo que en su día fueron las cámaras de gas y que tenían capacidad para asesinar a 2.000 personas al día. Los crematorios anejos, podían incinerar 1800 cadáveres diarios. Junto a estas ruinas, hay un espacio para
el homenaje: placas en distintos idiomas recuerdan a todos aquellos ciudadanos de distintos países que murieron aquí víctimas del fanatismo más atroz.

Y por ultimo una placa con una tremenda inscripción:

"For ever let this place be a cry of despair and a warming to humanity where the nazis murderer about one and a half men, women and children mainly jews from various countries of Europe"

“Para siempre este lugar es un grito de desesperación y un aviso a la humanidad donde los nazis asesinaron cerca de un millón y medio de hombres, mujeres y niños, principalmente judíos de varios países de Europa.”

Al liberar los campos en enero de 1945, los soldados soviéticos encontraron a 7.650 prisioneros enfermos y moribundos.

Impresionante y sobrecogedora inscripción para la reflexión, y ensimismados por todo esto nos sorprende la presencia de grupos de jóvenes que llevan la bandera de judía, bien en mástiles o en sus espaldas. Alguien de nuestro grupo, que ya estaba disperso, comenta que ahora son ellos los que están haciendo lo mismo con el pueblo palestino, sin cámaras de gas. Me sumo a su comentario ya que esta misma reflexión la tuve el verano pasado cuando dejé Mauthausen y comentamos que es tan impropio esta ostentación como si en Mauthausen se pasearan los republicanos con su bandera. Es cierto que los judios fueron las victimas mayoritarias de esta locura, de este terror, pero no los únicos. Otros sufrieron y compartieron las mismas atrocidades, como el pueblo polaco, prisioneros soviéticos, gitanos u homosexuales. Ellos no fueron los únicos protagonistas de este horror. Sin embargo ellos, víctimas de un genocidio, se han convertido en verdugos de otro.

De nuevo vuelvo a perder las esperanzas en la raza humana y a afirmar que parece que estamos condenados a repetir la historia. Más evolucionada o “adaptada” a los nuevos tiempos. Me viene a la memoria la inscripción en inglés a la entrada al primer bloque de Auschwitch I que dice que olvidar la historia es condenarse a repetirla. Esto es peor aún. Sin olvidarla, la repetimos: las matanzas en Africa, la pasada y cercana guerra de los Balcanes, y actualmente Afganistan y Palestina, por no citar más.

Dicen que la visita a estos campos no deja a nadie indiferente. A mi me ha dejado absolutamente sobrecogida y trato de digerir tanto horror, tanta crueldad. Atrás dejamos este inmenso cementerio para dirigimos en el autobús al aparcamiento de Auschwitch I.

Aunque pensábamos quedarnos a pernoctar aquí, únicamente vimos cuatro autocaravanas aparcadas cerca de Auschwitch II y el lugar, una gran explanada, no es nada atractivo. Yo personalmente, agradecí la sugerencia de Angel de irnos. Sentía la necesidad de salir de allí corriendo, dejarlo atrás rápidamente.

Pusimos rumbo al camping Niewiesze a unos 90 km de allí por autopista y unos 60 de Opole. Ninguna señal inca camping alguno. Tras preguntar nos dirigimos hacia un lago. Pero una vez allí entramos por un camino que a ambos lados tenía parcelas en las que se ven caravanas con avances, pero nada parecido a las instalaciones de un camping.. Fuimos hasta el final de lo que parecía esta calle sin encontrar nada.
Preguntamos en donde supuestamente era el camping ya que el número coincidía con la información de la oficina de turismo polaca, pero la respuesta fue negativa. Dimos trabajosamente la vuelta y en un aparcamiento junto al lago me acerque a una tienda de campaña al otro lado de una vaya. Llamé la atención de un señor  que estaba acampado y a través de señas le pregunté si podríamos pasar allí la noche. Me dijo que esperara y apareció otro señor al que le volví a preguntar lo mismo de la misma manera. Afortunadamente me comprendió y nos abrió las puertas de esta “parcela” que también tenía caravanas instaladas con sus avances. Nos pidió 25 eslotis por pasar la noche y nos dio una llave para los baños –que no llegamos a usar- y allí nos quedamos, en una especie de prado con caravanas con avance que parecían estar vacías excepto dos o tres. Pero más tranquilo y acogedor que muchos camping españoles de playa en el mes de agosto.



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