Entramos en Polonia

Dia 5, 15 de julio viernes.

Recorrido: Berlín-Poznan (Alemania)
Km: 330
Pernocta: Camping Albatros Steszew (52º17'07N;16º43'03E).

Dejamos el área con mucha tranquilidad después de llenar el depósito (0,10 €/litro) y de descargar grises.

Dejamos atrás Berlín por la A100 y luego por la -A130, un “ring” y pese a nuestra preocupación de si sería o no “zona ambiental”, resultó no serlo, como era lógico, aunque sí observamos que en alguna de sus salidas aparecía esta señal.

De nuevo la circulación era fluida, pero a unos 80 km de la ciudad, otro gran atasco, e igualmente, por obras. En todos los años que llevamos viajando por distintos países de Europa, y al margen de los terribles “bouchones” franceses en fechas clave como inicio o finales de vacaciones, los atascos alemanes se llevan la palma. Son tremendos ya que apenas se avanza, y cuando se llega la final o a lo que sería el origen, -como reducir de tres carriles a uno- tampoco se explica mucho la causa de tales atascazos. Estuvimos esta vez 45 minutos.

Un poco después entramos en Polonia. Vimos como se afanaban en la construcción de la autovía, ahora inexistente y fuimos desviados por estrechas carreteras. Comenzamos a ver los “Kantor” u oficinas de cambio, muchas. Están generalmente en prefabricados con un cartel luminoso que informaba del cambio del euro. Por un euro nos dieron 4 eslotis. A mi me pareció un cambio estupendo, aunque Angel me dijo que posiblemente la señorita "cambista" tuviera otra profesión por la noche. Y es que la caseta estaba en un night club, y, según Angel, llevaba unos pantalones cortos del tamaño de unas bragas, y la verdad es que el tiempo tampoco estaba para eso. Yo únicamente me fijé en que la buena señora era bastante imponente, pero ahí me quedé.

Lo cierto es que a lo largo de la carretera que nos llevaba a Poznan había muchos night club de 24 horas e incluso alguna que otra prostituta a lo largo de ella, siempre en zonas boscosas, cosa que se repitió en alguna otra región del país. Esto era muy parecido a cuando entramos a la República Checa.

Y otra cosa que comenzó a llamarnos la atención fueron las famosas “koleiny” o rodadas de los camiones así como filas interminables de ellos. Toda la carretera tenía limitada la velocidad a 70 km/h bajando a 50 en poblaciones y en todas ellas, rádares. Parecía que el dinero que deberían haberse gastado en carreteras lo habían invertido en cámaras y radares; o quizás esto era herencia del comunismo... De cualquier forma no la respetan. Hasta nos adelantó un camionazo, así que decidimos hacer lo mismo, aplicando el buen refrán castellano de “donde fueres, haz lo que vieres” y nosotros lo utilizamos cuando viajamos. Luego entramos en autopista, que parecía nueva a estrenar y pagamos 2 euros hasta Poznan.
Una vez en ésta, la que sería nuestra primera ciudad de Polonia, seguimos los consejos que leí en algunos sitios sobre dejar la autocaravana en los aparcamientos vigilados. Y en este caso acertamos, dejándola en el último aparcamiento, muy cercano a una calle peatonal que nos llevó a la plaza.

Eran tan solo las 16,45 y casi sufrimos un “shock” al ver los tranvías. Y es que veníamos de la ordenada, moderna y limpia Berlín, y de pronto vemos unos tranvías antiquísimos llenos hasta la bandera de gente. Así que Angel no pudo contenerse y comentó: “¡Coño! ¡Paquistám!”. A mi me entró la risa floja. Comenzamos nuestro paseo por esta calle peatonal llena de gente que iba y venia. Gente joven principalmente.
Esta calle, llena de comercios donde pudimos comprobar por primera vez que los precios eran baratos, nos dejó en una de las esquinas de la plaza vieja del mercado

Espectacular. Toda una belleza: cuadrada, grande y espaciosa, rodeada de casas cuyas fachadas estaban pintadas de distintos colores que armonizaban entre sí, dotándola
de alegría. Alguna fachada más elegante que otra, o más vistosa que mostraba la presencia de algún palacio. Las plantas bajas estaban ocupadas por bancos, cafés y restaurantes, con sus terrazas con toldos de colores. Algunos de los edificios fueron destruidos en 1945 y reconstruidos después de la 2ª guerra mundial.

Y en una esquina el impresionante ayuntamiento renacentista. No pudimos ver el “espectáculo” de dos cabras mecánicas que salen al mediodía por dos puertas para darse doce topetazos, pero sí pudimos disfrutar de la belleza de todo el conjunto. Frente al ayuntamiento, la fuente barroca de proserpina, del XVIII, y un poco a su izquierda la reproducción de una picota del XVI. Y justo frente a esa picota un
conjunto de casitas pequeñas capta nuestra atención por los vivos colores de sus fachadas que parecen salidas de un cuento de hadas. Es un lugar vivo, alegre pero a la vez, tranquilo. Poznan merece la pena aunque solo sea por disfrutar de la belleza de esta plaza.







Luego intentamos encontrar la catedral. Me di cuenta de que me había equivocado ya que en el plano la distancia entre ambos lugares parecía considerable. Pero la catedral cerraba a las 18 por lo que regresar a la autocaravana para trasladarnos en ella, no sería posible por falta de tiempo. Así que decidimos ir andando.

Preguntamos a una joven y ella mantuvo una breve “reunion” con dos más. A mi casi me da la risa… hasta que tomaron una decisión y nos dijeron que las acompañáramos. Sin otra opción, las seguimos en silencio hasta que pudimos visualizar el tejado y el edificio rojo de la catedral. Formábamos un curioso grupo: tres jóvenes, dos guiris con un perro detrás…Después, se dieron la vuelta y se fueron en sentido contrario, por lo que dedujimos que se habían desviado para traernos. Encantadoras.

Todavía nos quedaba una distancia considerable que cubrir salvando un río –que aquí no son como en España- y lo que era peor, cruzar una gran avenida por un paso de cebra, y digo que era lo peor, porque nadie parecía pararse en él, por lo que aprovechamos un momento de tranquilidad para cruzar corriendo.

La catedral,un impresionante edificio de ladrillo rojo, se levanta en una isla, la de Ostrow Tumski, la parte más antigua de la ciudad y está rodeada de otros edificios. Aquí están enterrados los primeros reyes polacos, en la que se denomina la capilla dorada. Frente a esta capilla destaca la tumba de un famoso obispo polaco del XVI obra del escultor más famoso del renacimiento polaco. Estas dos cosas, junto con el retablo dorado del altar mayor, un políptico gótico, son quizás las mas destacadas del lugar.

Dejamos la catedral y después de comprar pan y bollos, regresamos al aparcamiento. Intentamos pagarlo en una caja automática pero fuimos incapaces. Pedimos ayuda a una joven que tampoco sabía, así que nos dijo que fueramos al cajero “físico”, como así hicimos, pagando y saliendo sin dificultad, aunque esto sería premonitorio de algunas de las dificultades que encontraríamos en el país relacionadas siempre con el idioma y la falta de indicaciones claras.

Ahora nuestro destino era un camping Albatros cerca de Mosina, en Steszew, que figuraba en la información de la oficina de turismo polaca.

Pero las coordenadas no eran las correctas ya que nos dejó en medio de un grupo de casas bajas por lo que continuamos. Al llegar a lo que parecía el final de la carretera unos 100 o 200 metros más adelante, encontramos lo que debía ser el camping en medio de un enorme pinar con una puerta oxidada y vieja cerrada (52º17'07N;16º43'03E). A nuestra derecha, un aparcamiento con una garita vieja y abandonada, así que dadas las horas, decidimos quedarnos allí. Era un sitio tranquilo y habitado. Cumplía por tanto los requisitos, aunque tengo que reconocer que cuando desconozco un país no me gusta dormir fuera y solos, pero a la fuerza ahorcan ya que no queriamos hacer otros 20 km de vuelta a Poznan y luego, mañana de nuevo otros tantos hacia el sur, a nuestro primer destino. Nos acoplamos y nos dimos una buena ducha. Pero un señor mayor y cojo se quedó mirando la autocaravana y se acercó. Angel salió a decirle que el camping estaba cerrado, y para nuestra sorpresa creímos entenderle que él era el encargado de la recepción y que estaba abierto. Así que no tuvimos mas remedio que entrar. Sería demasiado descarado quedarnos a las puertas.
Abre las oxidadas hojas de las puertas y pasamos a lo que era la recepción. Su olor, a cierta rancidez, despierta en mí recuerdos de hace 30 ó quizás 40 años. El olor de las casas de los pueblos españoles. Y por unos instantes me traslado a mi infancia…Pero tenemos que entendernos y regreso con cierta brusquedad: dos personas con chucho 10 euros. Nos entendemos con gestos dibujando. Nos entrega la llave de los baños, limpios, pero donde reina el mismo olor que en la recepción.

En el google earth había visto que este lugar estaba junto a un lago, y decidimos buscarlo siguiendo un ancho camino que a escasos 100 metros termina en una playa de fina arena y un hermoso y tranquilo lago donde hay dos parejas. El silencio y la paz
inunda el lugar en este atardecer.

Tula, al sentir la fina arena bajo sus patas y liberada de su encierro, corre y salta como una posesa por la playa. Nosotros también nos sentimos liberados y relajados.

Al regresar, nos acercamos a algunos edificios. Unos parecen ser habitaciones y otros, dos bares cerrados ahora y con aspecto abandonado. Nos recuerdan viejos tiempos, seguramente de su pasado comunista. Pero ahora, nadie viene por aquí. Las farolas que compiten en altura con los pinos, parecen no lucir desde hace muchos años (aunque sí lo hace la que está junto a nuestra camper).Me recuerda algo a la República Checa donde encontramos algunos camping idílicos pero ninguno como este, vacío.

Por supuesto , el encargado no nos da ni factura, ni recibo ni nada que se le parezca. Suponemos que todo contento se habrá guardado el dinero.



Y la noche empieza a envolvernos. Hemos recibido una llamada de David que hoy a empezado su nuevo trabajo. A casi 3000 km de distancia sentimos su alegría como si nos lo estuviera contando en persona y no a través de la distancia. Pero les echamos mucho, mucho de menos. La paz es total y unicamente oímos algún grillo que otro. La noche ha llegado.









Alguna imagen más





Catedral de Poznan



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