Del agua a la sal

Día 11, 21 de julio, jueves

Itinerario: Nietzica-Sromowce Katy-Debno-Zacopane
Km: 46
Pernocta: Camping Harenda en Zacopane

No ha parado de llover en toda la noche, y ha caído bien. Por un momento he temido no poder realizar el descenso del Dunajec que dicen es una de las mayores atracciones turísticas del país. Y es que el día ha amanecido encapotado aunque no amenazaba lluvia inminente. El prado del camping se ha convertido en una especie de pantano donde cada vez que se pisa suena “chop-chop-chop” así que decido sustituir las chanclas por las playeras con unos pantalones.
Dejamos este precioso camping junto a la presa para dirigirnos a donde comenzaba el descenso del río. Esta vez no tuve la precaución de tomar las coordenadas ya que el amenazante gris del cielo hizo que nos apresuráramos a subir a la balsa. Para llegar desde el camping se toma la segunda carretera a la derecha, ya bastante a las afueras de Nietzica. La indicación que aparece es splyw Dunajec y a veces “rafting”. A pocos kilómetros, y después de un breve descenso, aparecen los aparcamientos, 10 polonios (2,5 euros) todo el día.

Me asomé a ver las barcas: una especie de canoas o como los patines usados por los hidroaviones o los helicópteros para amerizar, unidos unos a otros hasta cinco. Parece ser que las tradicionales eran de cuatro de estos “patines” o “canoas” unidas. Tres filas de bancos dan cabida hasta doce pasajeros. Queríamos llevar a nuestra compañera Tula y nos dijeron que no había problema alguno. Así que Tula recibió su “bautizo” de perra “raftinera”, aunque era un rafting muy light, para guiris. Al comprar el billete, también pueden vender el de vuelta en el autobús. Precios: bajada mas regreso en autobus, 2 personas 108 polonios,mas 10 el parquing 118 polonios, unos 30 euros por persona.
Nos asignaron un número de barco, que ya nos estaba esperando. Las barcas son conducidas por dos personas, una en proa y otra en la popa, ataviadas con los trajes regionales y “armadas” con sendos palos a modo de “gondoleros venecianos” –así ya los llamó Angel-. Todos los pasajeros eran polacos, excepto una sueca medio polaca que tuvo la amabilidad de hacernos de traductora: del polaco al inglés y yo del inglés al español.Comenzamos a descender por orillas llanas y habitadas. Luego el descenso discurre entre gargantas calcáreas avanzando despacio al principio paro luego, y en tramos, avanzar por aguas encrespadas que forman rápidos por donde descendemos con velocidad y el agua salta violentamente. Luego de pronto se remansa y se hace mas tranquila aminorando la marcha. El tramo más hermoso es el que discurre encajado en una estrecha garganta, declarada parque natural donde nos tradujo la sueca que había especies animales raras y protegidas. Pudimos ver una cigüeña negra y una garza, aunque con el escándalo que iba montando el “gondolero” de proa que no paró de contar –suponemos- chistes divertidos que hacían reir a carcajadas a los demás, no sé como pudimos verlas. No entendimos nada, como siempre, excepto un “catastrofi titanic” cuando vimos un trozo de un bote boca abajo en una orilla.

Éstas, en algunos lugares son muy escarpadas y de paredes casi verticales. Están cuajadas de una vegetación arbórea espesa y variada: avellanos, tilos, abedules, abetos...El descenso dura casi dos horas con 18 km de recorrido, aunque vimos puntos en los que podía desembarcar antes. Es posible que con un recorrido más breve sea suficiente, pero nosotros disfrutamos mucho de la experiencia. Casi al final vimos un camino que circulaba por las orillas del río y por el que paseaban bicicletas que comprobamos que se podían alquilar al final del trayecto, en la animada localidad de Szczawnica.

Una vez aquí, las balsas, ligeras ya de los turistas que han descargado en la orilla, continúan río abajo, supongo que a algún sitio para transportarlas de nuevo hacia Sromowce Katy. Nosotros, a unos 300 metros del “desembarcadero” encontramos un aparcamiento con microbuses que cuando se llenan parten y en escasos 20 o 25 minutos nos dejan en el inicio del trayecto. Y además de disfrutar de este paseo, el tiempo, pese a amenazar lluvia, nos ha respetado.


Antes de partir degustamos una especie de croquetas blancas que vendían en puestos en el aparcamiento. Resultó ser queso de cabra ahumando, pero a mi gusto un poco fuerte. Desde aquí pusimos rumbo a Zacopane con parada prevista en Debno. Nada más entrar en la autocaravana, comenzó a chispear aunque paró enseguida. Esto, por desgracia, no fue premonitorio de que pasaría ese día y el siguiente.

En Debno, paramos a visitar su iglesia de madera, declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Aunque no se ve desde la carretera, un pequeño cartel de color marrón indica su situación. Dejamos la auto en un aparcamiento, de pago, como no, aunque al lado está el del cementerio que es gratuito, pero, sinceramente, no me parece mal que esta gente sencilla se gane unos eslotis.

Un camino nos lleva desde el aparcamiento hasta esta pequeña iglesia gótica del XV, de San Miguel Arcángel, distinta de las otras que hemos visitado hasta ahora: su tamaño es algo menor y posee un corredor alrededor, al igual que las otras, pero cerrado, es como un pasillo. Es sencilla, pequeña y recogida. El interior está profusamente decorado con motivos geométricos, florales y figurativos y es muy bello, aunque no permitian hacer fotos, prohibición que no pude saltarme ya que había un grupo con guia en su interior.

De regreso, fotografié un nido de cigüeñas, imagen que nos ha ido acompañando durante nuestro recorrido por el país. Los hacen encima de los postes de la luz dobles ya que al tener dos palos verticales, tienen una mayor superficie para construir y casi todos tienen de cuatro a cinco aves.

Pusimos rumbo ya a Zacopane y comenzó a llover intensamente. Me llamaron la atención puestos y tiendas de ventas de pieles de oveja y cabra, principalmente alfombras y mantas. Bajo esta capa de lluvia, paramos en uno de la carretera y pudimos comprobar que los precios eran realmente baratos. Nosotros nos fuimos con dos pieles de oveja como regalo cuyo precio fue similar al que costaría una alfombra del mismo tamaño, pero de tejido, en España. Y cuando algo me resulta tan barato, ni siquiera hago intento de regatear. Es la forma de vida de estas gentes sencillas.

Después de soportar un buen atasco, llegamos a Zacopane. Elegimos el camping Harenda por ser el unico de los tres que tenia Internet –que luego comprobamos que no era cierto-. Nada más entrar me llamó la atención una autocaravana nueva....y ESPAÑOLA! mira que casualidad. Pero este fue el día de las “casualidades”. Al acercarme vi que tenía una pegatina de H****. Inmediatamente me dí cuenta que era forero de acpasión. Llamé a la puerta y cual no fue mi sorpresa al encontrarme a la familia de Spyro con quien había intercambiado alguna información sobre el viaje y posibles rutas. Pero ésta fue a más cuando Angel, resguardado de la lluvia, se acercó a mi llamada y al saludar identificó a un alumno suyo de este curso. Yo no me lo podía creer!!!. Esta era la segunda y extraña coincidencia que me ocurría viajando. La primera surgió en Irlanda, hace un par de años, cuando en un punto recóndito y apartado encontramos la que sería la autocaravana de Clara (familia Telerín) con la que, junto con EvaV, habíamos preparado el viaje a la isla. Pero la de este día fue el colmo de las coincidencias.

Nos avisaron de que no nos instaláramos sobre la hierba ya que podríamos patinar, así que nos dirigimos a una plataforma de cemento en la parte superior del camping. Después de recobrarnos de la sorpresa, y como eran ya las 16,00 sin haber comido, nos retiramos quedando luego para tomar un café disfrutando de la hospitalidad de la familia de Spyro. Luego decidimos bajar juntos a dar un paseo por la ciudad. Nosotros reservamos antes una cena (4,20 euros).

Y como siempre, y pese a que en recepción hablaban inglés, no encontrábamos la parada del autobús. Nos situamos primero en una acera junto a la señal de parada en la puerta de un supermercado. Pero esta calle era perpendicular a la carretera que directa llevaba al pueblo, por lo que sospechamos que podría no ser la adecuada. Una furgoneta-taxi nos ofrece sus servicios y pide “Fífti” chipiliguanes. Hacemos cuentas rápidamente: seis personas a tres slotis cada uno, son 18 slotis por lo que 50 –que eso son “Fífty” chipiliguanes- nos resulta caro y aunque nos dijo que por allí no pasaban autobuses, no le creimos mucho. Luego, por la noche, pensé que posiblemente nos había pedido 15 eslotis, es decir lo que se hubiera pronunciado “fintííín” y no “fífti”. ¡Con lo que me costó aprender esta sutil diferencia de pronunciación….! Tanto, que ahora, grabada a fuego, la distingo sin pensar.

Como no venía autobús alguno, pasé a preguntar en una farmacia y me dijo que teníamos que cambiar de acera. Un poco mareados y cansados de esperar, decidimos salir a la carretera principal. Y cuando llegábamos a la parada un microbús recogió a un grupo de personas, aunque en poco tiempo llegó otro que en un pestañear nos deja en el centro.

Y ahora la tarea consistía en buscar la zona más interesante de esta ciudad, capital de invierno de Polonia. Nos guiábamos por un plano e información obtenida de Internet pero en nuestro camino encontramos la oficina de turismo de la que salimos con un par de mapas y rutas para hacer a pie al día siguiente. Nos dirigió a la calle krupowki, una céntrica calle completamente peatonal llena de cafés, restaurantes, tiendas de recuerdos y del colorido de la gente que, pese al lluvioso día,paseaban por ella. En los alrededores bonitas casas de madera. Paseamos junto a la familia de Mª Jesús y Paco que tuvieron que comprar un par de paraguas ya que la lluvia, aunque fina e intermitente, no nos daba trega.

Compramos unos dulces y a las 20,00h comenzamos a pensar en el regreso ya que nuestra cena estaba reservada para las 21h. Decidimos volver todos juntos. Buscamos la estación de autobuses y cuando creimos encontrarla ya que había muchos microbuses aparcados, enseñé a un conductor la tarjeta del camping. Con un gesto nos indicó que subiéramos y esperamos mientras la noche caía y el microbús se llenaba. Unos 10 minutos después partimos y en cada parada, seguía subiendo gente. El caso del “autobús chicle”. El trayecto se nos hacía largo, ya que el de ida fue brevísima. Tan solo 5 km nos separaban del camping por una carretera recta. Intentábamos reconocer el camino, pero resultaba imposible entre la lluvia, la oscuridad creciente y los cristales empañados. Paco y Mª Jesús decidieron encender sus navegadores, que, como siempre que se los necesita con urgencia “buscaban señal”. Cinco minutos después de las 21 h., y de haber vaciado todo el microbús, quitando también el cartel –lo cual incrementó nuestras suspicacias- nos dejó en la misma puerta del camping, y tengo que confesar que no confiaba mucho en ello, aunque Paco dijera que éramos seis y le podíamos pegar.

Nos acercamos a disfrutar de nuestra cena. El pequeño restaurante, aunque mejor sería llamarlo bar, estaba lleno de jóvenes menores belgas que estaban acampados en tres tiendas. Les debían de haber aleccionado sobre nuestra llegada ya que inmediatamente bajaron la voz, pero eran adolescentes y el ruido fue inevitable. No obstante y pese a que no dejaban de visitar la barra llevando enormes jarras de cerveza de medio litro, no armaban mucho escándalo. Deben de tener un metabolismo especial, porque yo, con una de esas jarras, hago el pino...puente.

Nada mas sentarnos nos trajeron una sopera con una deliciosa sopa de setas y un filete de cerdo empanado con patatas hervidas, todo con una ensalada de pepino y tomate, regado con mosto. Para terminar nos regalaron una par de chupitos de algo parecido a alcohol de quemar, transparente y de sabor similar al orujo. Dos sorbitos o tres y no pudimos con más. Todo ello nos costo 4,20 euros. A diferencia de la cena en el camping de Przeworsk, esta fue más sencilla, casera y el ambiente, aunque disfrutamos de chimenea, no era tan relajado y acogedor, aunque también había una considerable diferencia de precio.

Tras la cena, me fuí a duchar. Me desnudo y no sale agua caliente, me visto, cuento mi vida y me dicen que el recorrido del agua es largo y que espere, como así hago. Me ducho, me seco el pelo, se ducha Angel....las 22,45. Teníamos pensado tomarnos una infusión con Mª Jesús y Paco, pero a esas horas ya no nos pareció apropiado, pensando que quizás se podían sentir obligados, así que escribí un poco y nos fuimos a dormir.



La sal de la tierra


Día 12, 22 de julio, viernes
Recorrido: Zacopane-Chocholov-Minas de sal de Wieliczka.
Km:114
Pernocta: Aparcamiento minas de sal de Wieliczka
El día amanece gris plomizo, pesado, lluvioso, húmedo y cerrado. Un montón de calificativos negativos que describen una lluvia incesante que no parece que nos vaya a dar tregua. Así, desanimados, comenzamos a plantearnos si desistir de subir al Morsky Ono, un lago de color azul turquesa, que parece estar encajado en un cráter, rodeado de cumbres arboladas. Había buscado información, que me había costado encontrar. Al parecer, hay un camino que parte desde un aparcamiento que tras 8 km deja al pie del lago. Pero tambien existe la posibilidad de subir con un coche de caballos que deja a tan solo 2 km de éste. Esta opción era la que barajamos en todo momento. Sería la única ruta de montaña prevista para este verano. Pero ahora nos la teníamos que plantear ya que aunque consiguiéramos llegar en coche de caballos, secos y tapados, y salvar como pudiéramos los 2 km que nos separaban del lago, no íbamos a poder ver nada con todas las nubes cubriendo las cumbres, como nos confirmaron en la recepción además de decirnos que era caro. Así decidimos poner rumbo a Chocholov después de despedirnos de la familia de Spyro.

Y no dejé de ver lo que ya me llamó la atención el día anterior: gente en la carretera ofreciendo habitaciones, incluso algunos aguantando pacientemente la lluvia sin protegerse de ella.

De salida de Zacopane, pudimos disfrutar de muchas de sus casas, de madera, construidas a lo largo de la carretera, aunque se mezclaban estas viejas construcciones con otras más recientes.

En la carretera, y sin cesar de llover, decidimos parar en uno de los aparcamientos que estaban al lado de ésta. Vimos un grupo de coches de caballos con la capota puesta y gente que bien pertrechada contra la lluvia, andaba por un ancho camino. Preguntamos si llevaba a Morsky Ono y contestaron que era a Dolina y cuando preguntamos por el precio contestaron que 200 slotis, unos 50 euros ida y vuelta. Para el viaje que habíamos pensado hubiera estado bien, subir en coche y bajar andando, pero pagar este precio por estar metidos en un coche, por romántico que fuera, apreciando la mitad y perdiéndonos el resto, nos pareció excesivo, por lo que decidimos continuar nuestro camino hacia Chocholov.

Una vez aquí, la calle mayor de este pueblo por la que discurre la carretera, está flanqueada por casas de madera del siglo XVI que al parecer son los mejores ejemplos de arquitectura tradicional de esta región. Al principio da la sensación, por el color claro de la madera, de que están recién construidas pero este color es el resultado de la curiosa costumbre de sus habitantes de limpiar todos los años por primavera las paredes para dejarlas blancas. A lo largo de un kilómetro se levantan estas casas montañesas tradicionales de una planta completamente de madera, incluso los tejados, todas distintas, y algunas con unos troncos de tamaño considerable. Accedemos por curiosidad a un museo algo birrioso, en el que por visitar dos estancias con cuatro cacharros nos cobraron 6 chipiliguanes a cada uno (1,5 euros). No merece la pena.

La lluvia no cesa e intermitentemente nos acompaña sin dejarnos disfrutar del paisaje que nos rodea, que intuimos, hermoso. Bosques de abetos inmensos, mucho verde en infinitas tonalidades y casitas de madera dispersas. Esta zona de Polonia es realmente bonita. Pero sin lluvia, lo hubiera sido aún más.

Después de comer en un aparcamiento en la carretera junto a un restaurante, nos dirigimos a las minas de sal de wieliczka a donde llegamos a las 16,40. Como siempre, pese a ser Patrimonio de la Humanidad, las señales confusas nos hicieron dar alguna que otra vuelta. A la entrada, chicos “cazando”gente para los aparcamientos, que son numerosos. Para no complicarnos la vida, entramos en el primero: 15 eslotis hasta el día siguiente. Está a 50 metros de la entrada a la mina.

Ha dejado de llover y el cielo no amenaza agua. Nos dirigimos hacia la caja y cuando lo hacemos oímos a un grupo hablando español, por lo que me dirigí ellos para pedirles sumarnos a su grupo, ya que me dijeron que el guía era de la propia mina y las visitas que quedaban en el día eran en inglés. Se mostraron muy reticentes, pero insistí hasta que al final me dijeron que no con un “ya le hemos dicho a esa chica que no”. Me molestó enormemente la actitud del grupo, tanto que consiguió enojarme tildándolos de insolidarios y de poco o nada empáticos. Los que viajan en grupo se sienten arropados y protegidos y con todos los problemas básicos resueltos. Lo de fuera, es ajeno a ellos y se aislan hasta que nada ni nadie consiga incomodarles o molestarles... ¡Qué diferencia a viajar como lo hacemos nosotros! Sabes que únicamente dependes de ti mismo y en caso de necesidad, de la ayuda que te puedan prestar otros. Por eso casi siempre, excepto alguna vez y de forma puntual, hemos encontrado en nuestros viajes gente solidaria y comunicativa. Y sin duda el idioma es una gran barrera y aquí muy alta, y esto aumenta esta sensación de fragilidad, de desprotección. Encontrar esa actitud en un grupo de compatriotas me enerva, no puedo con ello.

Compramos la entrada a una señora bastante desagradable. Y seguí insistiendo. Me acerqué al joven que guardaba nuestra fila –la de inglés, que era la siguiente visita- y le conté mi vida a ver si fuera posible sumarnos al grupo de españoles. Pese a su negativa, le pedí que lo intentara y así lo hizo aunque sin resultado.

Es importante saber que los distintos idiomas tienen sus horarios y que en español había dos visitas al día, una por la mañana y otra por la tarde, por lo que es necesario obtener información sobre estos horarios ya que la visita dura casi tres horas.

Pero la suerte estaba de nuestra parte, ya que en el grupo había a su vez otro pequeño de españoles con su propia guía que traducía del inglés al español. Porque yo con mi nivel de inglés, no consigo comprender todo y lo que no comprendo, me lo invento y a veces acierto y otras no. Además, a veces requiere un gran esfuerzo de concentración por lo que necesito desconectarme y descansar y en esas “desconexiones” me pierdo. Cuando quiero “engancharme”, me resulta costoso. Y así voy entendiendo las visitas guiadas en inglés, a trompicones. Y una y otra vez me acuerdo de nuestro "maravilloso sistema educativo" 40 años atrás, y a la vez, agradezco ahora tener la oportunidad de seguir, si no aprendiendo inglés, sí conservando lo poco o mucho que sé e incluso, avanzando un pelín más. Y es que hace tantos años, las oportunidades para aprender no eran las mismas para todos y mucho menos si hablamos del aprendizaje de un idioma.

Y llegado aquí, estoy transcribiendo el relato coincidiendo con las jornadas de lucha que están teniendo lugar en la enseñanza secundaria pública de la Comunidad de Madrid. Y al hilo de esto continuo mi reflexión. Si hace 35 años la enseñanza no hubiera sido gratuita y de calidad, yo no estaría aquí. Soy hija de gente obrera, humilde, que no se podía permitir pagar estudios superiores y universitarios a dos hijas. Pero lo conseguimos y como yo, más jóvenes. Los primeros "bachilleres" y luego "universitarios" de la familia. Ahora parece que volvemos atrás, a que tenga una enseñanza de calidad aquellos que disponen de los mejores recursos económicos. El hijo de un humilde asalariado, de un parado, no gozará de las mismas oportunidades que el hijo de un directivo cotizado de una empresa. Yo, y otros muchos que se alzan hoy en contra de estos recortes en la enseñanza  pública que suponen una considerable merma progresiva a lo largo de los últimos años, de la calidad de ésta, somos el buen fruto de la lucha por conseguir una enseñanza gratuita de calidad. Mis hijos, y otros compañeros de mis hijos de origen más humilde y con menos posibilidades económicas, también lo son. Desde estas líneas mi aportación algo "especial" y extraña a la lucha que hoy, en todos los centros de enseñanza media se lleva a cabo en Madrid.
Comenzamos bajando una interminable escalera de madera que nos desciende a 135 metros de profundidad. Esta mina funciona desde hace 700 años y su explotación se ha dejado hace muy poco tiempo. Se trata de un caso único en el mundo, declarado por la UNESCO Patrimonio de la Humanidad.

Comienzan a aparecer distintas esculturas de sal hechas por los propios mineros. Nos van contando como era el trabajo en la mina, como la explotaban, como sacaban la sal, multitud de curiosidades, como, por ejemplo, como detectaban y eliminaban el gas metano que se acumulaba en la parte superior. Lo hacia gente experta que iba avanzando a gatas y con una antorcha en el techo para quemarlo. Podemos comprobar la sal en las paredes.

Las salas y galerías se suceden, así como distintas esculturas de sal hechas por los mineros, ante lo que Angel comenta que tendrían mucho tiempo libre. Realmente eran unos artistas.

Pero llegamos a la parte superior de lo que es una enorme sala: la capilla de San Kinga. Es absolutamente impresionante, con altares, candelabros y esculturas labradas en sal. Varios relieves representan escenas de la vida de Jesus, imágenes de la Virgen, del papa Juan pablo II...todo es de sal, desde las impresionantes y delicadas lámparas que son arañas hechas con cristales de sal, hasta el propio suelo. Es una auténtica obra de arte, de ingeniería, y de arquitectura. Más que espectacular. Nos dejan unos minutos para disfrutar.


Después reanudamos la visita a través de más salas y galerias, contándonos un poco la historia de la mina y su explotación desde el siglo XIII hasta hace poco. Llegamos a la cámara Staszic con un techo de 36 metros de altura, el más elevado de la mina. Sus blancas vigas reflejan la luz y nos permiten sorprendernos por su altura

La mina cuenta también con un sanatorio subterráneo donde se tratan enfermedades respiratorias. Al final de la ocupación alemana los nazis quisieron abrir en las minas una fábrica de aviones.


La visita dura más de dos horas y es apasionante. Ahora me alegro más de haber disfrutado de “traducción simultánea” lo que agradezco a la guía del grupo quien me comenta que también habían visto a un grupo de españoles que entraban con guía de la mina en español y habían solicitado sumarse a él, lo cual el grupo rechazó. Ahora comprendo porque escuché lo de “ya le hemos dicho a esa chica que no”. Personalmente pienso que si se lleva información impresa o ya leída sobre la historia y explotación de la mina, podría ser suficiente si se está dispuesto a estar cerca de tres horas sin entender nada o muy poco.

Luego tenemos que esperar en una gran sala para ir acercándonos a los ascensores en los que tienen cabida 36 personas. Durante la espera entablo conversación con algunos españoles que viajaban por libre en su coche y un curioso grupo de cinco mejicanos que estaban allí vía Frankfurt. Después volaban a Estambul-Kapadocja-Ankara-Berlín y regreso a Méjico. De aeropuerto en aeropuerto y tiro por que me toca y en viaje organizado, con sus hoteles y coches de alquiler. ¿Cuánto puede costar por persona? No me lo imagino. Uno de ellos me comentó que conocía Madrid, que durante seis meses había vivido en el barrio “marginal” de Salamanca. Había venido como estudiante de derecho en un intercambio.

Luego el grupo fue dividido en varios para subir en los ascensores, ya que las 36 personas no van todas juntas si no en “pisos”. Allí, me sentí como en el parque de atraciones: “¡una persona más, solo una, para este ascensor….!” Una vez dentro tardamos segundos en subir a la luz.

Son las 20,45h, tarde ya para ir a Cracovia en busca de camping. En el aparcamiento y una vez más, estamos solos, así que preguntamos al joven vigilante si el sitio era tranquilo y seguro. Hablaba con otro que entendía y hablaba español francamente bien. ¡vaya! ¡qué sorpresa!. Nos confirmó que el sitio era tranquilo y que ellos se iban y dejaban la barrera bajada hasta las 7,30 de mañana.

Pero las barreras permanecieron elevadas toda la noche, que fue muy tranquila. A las 21,15 comienza a llover otra vez y la temperatura exterior no invita a pasear. Incluso tenemos que poner la calefacción.





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